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Recuperación de metales

Reciclar elementos como el cobre, el zinc, el aluminio o acero logra reducir la contaminación

 

El reciclaje de metales, tanto férricos como no férricos, también contribuye en gran medida a la preservación del medio ambiente. La recuperación de metales como el cobre, el zinc, el aluminio, el acero o el latón, por citar solo algunos, supone reducir la contaminación del aire, el agua y los desechos de minería en un 70%. Es chatarra que, al formar parte de una cadena, contribuye a generar una economía circular para el bien de todos.

Este material residual de origen ferroso suele proceder de varios focos: el que se genera en la refinería o fundición, que retorna a su lugar de origen; la chatarra de origen industrial, es decir la que deriva del proceso de elaboración de un producto de consumo (electrodomésticos, automóviles, latas…); y el de origen obsoleto, que es el que procede de productos ya desgastados que han cumplido su vida de uso.

“El hierro y el acero pueden ser regenerados tantas veces como se desee

Si nos adentramos en el análisis del reciclaje de elementos férricos, como el aluminio, veremos que su recuperación medioambiental reduce un 95% la contaminación. También contribuye a un menor uso de energía eléctrica y, por consiguiente, un ahorro del gasto.

El hierro y el acero, al igual que la gran mayoría de los metales, pueden ser reciclados tantas veces como se considere oportuno, cualquiera que haya sido su origen. Estos residuos suelen identificarse en los procesos de separación de tipo magnético o manual. Si se consigue separarlos del resto de desechos sin ningún tipo de contaminantes, se trata de un material 100% reciclable.

No obstante, el reciclaje del acero presenta algunos pequeños problemas. Como su localización en varillas con hormigón o tuberías enterradas, lugares con contaminantes y de difícil acceso.

“Las plantas deben eliminar todo resto de contaminación que permanezca en el residuo de origen metálico

Los profesionales del reciclaje deben eliminar todo resto de contaminación que permanezca en el residuo de origen metálico, tales como pinturas o hidrocarburos. Hay que triturar el metal, lavarlo y almacenarlo hasta su posterior traslado a su lugar de origen. Para su desintoxicación se suele emplear una disolución de hidróxido sódico que elimina las impurezas contaminantes.

Un completo trabajo de reciclaje permite obtener tiras de metal renovado de entre 20 a 40 centímetros de longitud. Se clasifican y se preparan y, con la chatarra obtenida, se prensa y empaqueta para facilitar su transporte, bien a un mayorista o directamente a la fundición.

Una vez realizado el proceso de separación de elementos, las enormes balas de chatarra metálica compactada retornan a las industrias de acero, donde vuelve a tener lugar el proceso de obtención de nuevos productos siderúrgicos mediante hornos eléctricos.

El reciclaje de cobre, que es uno de los más habituales, presenta sus propias características, aunque no son muy diferentes del resto de los metales. Su proceso de selección consta básicamente de la recogida y clasificación de la chatarra de este tipo de metal no ferroso en función de sus niveles de pureza para su posterior envío a la fundición o tratamiento final. Los residuos de cobre puro pueden ser fundidos directamente.

El grado de pureza del cobre se comprueba mediante un análisis químico cuando aún se encuentra en estado liquido. Luego se le quita el óxido y se funde para la obtención de ánodos que se dirigen a electrorrefinación con el fin de obtener el nivel de pureza deseado.

En Recuperaciones y Desguaces Braceli apuestan por un reciclaje óptimo, que obliga a la recuperación de metales para nuevo uso posterior un número ilimitado de veces, sin perder calidad. De esta forma, el impacto en nuestro entorno es menor y se abaratan los costes.

 

 

 

 

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